En 1987 en el Reino Unido, con motivo de la inclusión en aquel país de la Medicina Paliativa como especialidad médica, fue definida como la disciplina dedicada al estudio y manejo de los pacientes con enfermedad activa, avanzada y en progresión, con un pronóstico vital limitado en el tiempo y cuyo objetivo fundamental es la CALIDAD DE VIDA (1).
Dado que el ámbito paliativo constituye, tanto en su fundamento filosófico como en su aplicación práctica, un entorno de necesaria inter-disciplinaridad, consideramos preferible utilizar el concepto de CUIDADOS PALIATIVOS, integrando de esta manera en el término la necesaria aportación de otras disciplinas y de sus profesionales. Es pues la definición de la Organización Mundial de la Salud (OMS) el referente para entender y definir esta parcela tan importante de la asistencia:
"El cuidado activo y total de aquellos pacientes cuya enfermedad no es susceptible de tratamiento curativo, en los cuales el control de dolor y otros síntomas, así como los problemas psicológicos, sociales y espirituales es primordial”. (2002)
Las aportaciones de grupos de estudio a los cuidados paliativos (2), han contribuido a enriquecer la definición ampliando el objeto de los cuidados a la optimización de la calidad de vida de los familiares y allegados, definiéndose dos niveles en la organización de los cuidados:
- Nivel básico, al alcance de todos los profesionales de todos los niveles asistenciales.
- Nivel especializado, correspondería a equipos multidisciplinares entrenados y en permanente formación, capacitados para el manejo de situaciones complejas y para formación de los profesionales de otros niveles.
La calidad de vida en la fase terminal para muchos pacientes es mala: problemas físicos tratados inadecuadamente, fragmentación de los niveles asistenciales, poca o nula comunicación entre profesionales, pacientes y familiares y una gran presión sobre los cuidadores familiares.
Los cuidados paliativos, hoy más que nunca, deben representar una luz al final del camino.